martes, 31 de mayo de 2011

¿Que reposa dentro de la mente de Casandra?

Miss Mime

Durante las soporíferas horas de monotonía que han acompañado mi trabajo los últimos 30 años, he encontrado que la imaginación es la herramienta más eficaz para escapar del pesado yugo de la rutina. En mi tiempo ocioso solía cavilar en que sentiría una manzana cuando es mordida o qué pensaría una hoja cuando está apunto de desprenderse de la rama de un árbol.

Estas ideas me condujeron a evitar el consumo de frutas durante algunos meses, y cavar junto con el jardinero cada semana el santo sepulcro, donde las hojas y flores que caen del guayacán del jardín recibirían el descanso eterno.

Un día de otoño mientras barría la zona del comedor, observe como el Doctor Cubos devoraba “salvajemente” algunos trozos de banano. Me aproximé a él, lanzándole una mirada de profundo desprecio. El, que es una persona bastante intuitiva percibió mi gesto y pregunto: “¿A qué se debe tanto rencor en su mirada, Casandra?”. Como respuesta a su interrogante compartí mi incipiente teoría con él.

Después de escuchar con atención mi planteamiento, una risa sarcástica se dibujó en su rostro; a continuación, levanto su dedo índice trémulamente y afirmo con arrogancia: “Ninguna fruta, verdura o hoja tiene sistema nervioso central. Es por esta razón que no sienten dolor. No pierda su tiempo Casandra, aún para ahondarse en el ejercicio de la imaginación se requiere cierto grado de conocimiento”.

Aunque no sabía que era el sistema nervioso central, creí ciegamente en los argumentos del Doctor Cubos. A partir de aquel instante decidí sujetar las riendas de mi imaginación al rigor científico del conocimiento. Desde aquel instante los minutos, horas y días se tornaron más lentos, transcurriendo con una parsimonia casi infernal. La rutina y el aburrimiento habían amordazado mi mente.

Cierto día mientras limpiaba el cuarto de estudio, decidí ojear un libro dorado que reposaba en la biblioteca del Doctor Cubos. Era una historia de sirenas y guerreros. Aunque no conocía el mar, suponía que nada de lo que allí se narraba era real.

Había imaginado objetos y situaciones ilógicas durante toda mi vida. Aquel día, encontré que algunos sujetos como el autor de aquel libro, dedicaban su tiempo a crear mundos irreales para proporcionar algunas pinceladas de color a este mundo gris.  

Después de mucho cavilar, supongo que soy una de aquellas criaturas que se alimenta de la fantasía. Es mejor flotar delicadamente en la nebulosa de la imaginación, que permanecer aplastado contra la dureza y frialdad de la realidad.  











   

No hay comentarios:

Publicar un comentario